El Banco de la Republica y el manejo de la crisis

Explicación sencilla de lo que ha hecho el Banco de la República, de las medidas que le han funcionado -o no le han funcionado-, y de los cinco temores infundados que siguen expresado algunos analistas influyentes.

No es cuánto sino de dónde

A estas alturas, nadie duda de que el Gobierno debe adquirir una enorme deuda para preparar al sistema de salud, ayudar a las personas que se quedaron sin ingreso y proteger a las empresas que no pueden atender sus obligaciones.

No tiene sentido hablar hoy de la regla fiscal o de la relación entre deuda y PIB para estimar el “endeudamiento adecuado”: en estas circunstancias, el endeudamiento adecuado es todo el que se pueda conseguir.

El desacuerdo se refiere a cuáles debe ser las fuentes de financiamiento. En general, se ven con buenos ojos la emisión de bonos y el acceso a las líneas del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Pero casi siempre se dejan como última opción los préstamos directos del Banco de la República. ¿Por qué?

Mito 1: gasto sin control

La fórmula técnica para hablar de los préstamos del Banco de la República es “financiamiento monetario del déficit”. Esa expresión se asocia con la idea de un gobierno que gasta sin control y un Banco central que le presta sin restricciones.

Sin duda la expresión recuerda la época anterior a la Constitución del 91, cuando el Congreso podía ordenarle al Banco esas operaciones de financiamiento y podía fijar las condiciones del préstamo. También recuerda la época de la Junta monetaria, integrada exclusivamente por funcionarios del Gobierno, que autorizaba emisiones para cada ministerio.

El Banco de la República tiene independencia administrativa, patrimonial y técnica.

Pero hoy ese no es el caso. El Banco de la República tiene independencia administrativa, patrimonial y técnica, y está libre de presión por parte de grupos políticos o económicos. Aunque debe velar por mantener el poder adquisitivo de la moneda, debe hacerlo en coordinación con la política macroeconómica general.

Mito 2: el peligro de la emisión monetaria.

Muchos temen que el Banco le preste al Gobierno, porque estos préstamos implican emisión de moneda.

Pero debemos recordar que no toda emisión es negativa. El financiamiento del Banco al Gobierno mediante la compra de títulos de deuda pública (TES) en el mercado secundario también implica emisión, como cualquier compra de activos por parte del Banco central.

Además, casi todas las medidas que el Banco ha tomado para atender la demanda creciente de liquidez durante la emergencia implican emisión primaria. Tan solo se exceptúa la reducción de los requisitos del encaje bancario.

Importante: ¿han servido las medidas?

Esas inyecciones de liquidez tenían dos objetivos:

  • Dotar al sistema financiero de recursos para atender la gran solicitud de retiros con ocasión de la pandemia;
  • Y ampliar la capacidad de crédito del sistema para atender a la demanda de créditos de las empresas, ante la suspensión súbita de sus ingresos.

En el primer caso, el Banco cumplió a cabalidad con su papel de prestamista de última instancia, e inyectó la liquidez necesaria para el funcionamiento adecuado de los mercados financieros.

Pero el segundo objetivo no se ha logrado en una escala significativa. Ese aumento en la capacidad crediticia del sistema todavía no se ha traducido en la oferta masiva de crédito que necesitan las medianas y pequeñas empresas.

La explicación es que los banqueros piensan como banqueros -y afortunadamente es así-. Muchas de las negativas a conceder el crédito son resultados del estudio de riesgo.  Si los bancos no tuvieran en cuenta ese factor, estarían poniendo en peligro los recursos de los ahorradores y la estabilidad del sistema.

El Gobierno ha ido aumentando las garantías o elevando el nivel de riesgo que asume directamente, pero entre tanto el flujo de recursos hacia quienes necesitan crédito ha sido lento y, claramente, insuficiente.

Todo lo anterior significa que, si el Banco de la República le hubiera prestado al Gobierno en lugar de prestarle al sistema financiero, la emisión monetaria sería igual, pero el objetivo se habría cumplido de forma más rápida y eficaz.

Mito 3: la inflación.

Sin embargo, la emisión monetaria sigue pareciendo negativa porque se asocia con la inflación.

En realidad, todo depende del monto de la emisión y de la capacidad de la economía para responder con bienes y servicios al aumento de la demanda que crea esa nueva liquidez.

En las actuales circunstancias, la demanda está por el suelo y su reactivación es necesaria para que la economía despegue de nuevo. El peligro inflacionario derivado de la alta devaluación y su impacto sobre los precios internos está más que compensado por la caída de la demanda agregada.

Otro factor que ayudará a alejar ese peligro es el menor precio de los combustibles derivada de la caída en los precios del petróleo. Esa es, probablemente, la única noticia buena por estos tiempos.

Mito 4: desequilibrio institucional.

También se dice que un financiamiento directo del Banco de la República quebrantaría la Constitución de 1991, cuya intención fue crear un banco central que no le diera al Gobierno las concesiones que hasta entonces le había hecho.

Pero el argumento tampoco se sostiene. Si bien es cierto que algunos constituyentes acompañaron la propuesta del gobierno Gaviria de prohibir cualquier forma de financiamiento al Gobierno, esa no fue la decisión que consagró la Carta del 91.

De hecho, la Constitución permite que el Banco realice operaciones de financiamiento del Estado: (i) en forma indirecta, a través de la compra de TES; y (ii) en forma directa, con la única condición de que sea autorizada por voto unánime de la junta directiva.

Mito 5: un mal precedente.

Por último, se cree que, si el Banco accede a prestarle recursos al Gobierno, se sentaría un precedente que allanaría el camino para préstamos futuros.

En un escenario tan dramático, un préstamo del Banco de la República sentaría un precedente positivo.

Ese precedente sería funesto si estuviéramos en circunstancias normales, pero no en la situación actual, que es dramática desde cualquier punto de vista:

  • La situación fiscal del país ya estaba debilitada, debido al fin de la bonanza energético-minera en el 2014 y a los alivios que había decretado el Gobierno en las dos últimas reformas tributarias;
  • A lo anterior, se sumó la descolgada de los precios del petróleo debido a la diputa entre Rusia y Arabia Saudita. Este solo fenómeno ensombrecería todo el panorama económico, por su impacto negativo sobre las exportaciones, la actividad minera e industrial y las utilidades de Ecopetrol;
  • Y como toda situación se puede empeorar, llegó la pandemia y paralizó las actividades económicas, culturales, deportivas y sociales;
  • El mercado de capitales fue víctima de la incertidumbre y, en consecuencia, los capitales salieron buscando escenarios más seguros. Este fenómeno- sumado a la caída de los precios del petróleo- disparó la tasa de cambio y, con ella, el costo de la deuda externa y de las importaciones.

Con todo lo anterior se interrumpió el circuito económico. Al no vender los bienes y servicios que producían, las empresas no tendrán los recursos para pagarles a los proveedores ni a los trabajadores, y éstos por tanto no tendrán los ingresos para comprar los bienes o servicios que producen las empresas.

El resultado será nefasto. Según Fedesarrollo, en el escenario más pesimista, la economía tendrá un crecimiento de -0,4% este año. En consecuencia, aumentará el desempleo significativamente y disminuirán los ingresos tributarios.

El probable comportamiento de los ingresos externos tampoco da una luz de esperanza. Nuestros socios comerciales, como casi todo el mundo, tendrán mayores reducciones en su crecimiento. En consecuencia, caerá su demanda de commodities –que es el fuerte de nuestras exportaciones– y sus precios.

En un escenario tan dramático, un préstamo del Banco de la República sentaría un precedente positivo.

Se justifica el endeudamiento

Por regla general, el endeudamiento se justifica si los beneficios son superiores a sus costos.

En las actuales circunstancias, esas cuentas están justificadas de lejos. Los costos asociados con el financiamiento por parte del Banco Central están sobredimensionados. Hay además que partir de la base de que la junta directiva del Banco actuará con toda la responsabilidad para definir la cantidad y las condiciones de tal financiamiento, en caso de que se recurra a él.

Por Lucía Montoya
Investigadora y docente de la Facultad de Economía

 *Este artículo hace parte de la alianza entre Razón Pública y la Facultad de Economía de la Universidad Externado de Colombia.