Postpandemia, sostenibilidad turística y elitización ¿Una tendencia inevitable?

Con los procesos de vacunación avanzando en la mayoría del planeta es posible visualizar una etapa próxima de postpandemia (aunque aún no podamos explicar exactamente lo que esto significa). Al respecto, podemos preguntarnos ¿Cómo se transformará el turismo después de esta experiencia global? ¿Se generarán mejores prácticas para la sostenibilidad ambiental y social del turismo o no? y ¿Cómo luce este panorama para el turismo en Colombia? Sin duda, esto será clave para nuestra planificación y gestión del turismo en el futuro cercano.

Ahora que el turismo renace, Colombia observa con nuevos ojos su potencial asociado con los campos del turismo de naturaleza y comunitario. En gran medida, estas dos modalidades responden muy bien a las demandas de un turismo que tiende a rechazar la masividad y prioriza los espacios abiertos en busca de mejores condiciones de salubridad. Además, su oferta de experiencias auténticas, sus enfoques más participativos y colaborativos tienden a respetar y conectarse en mayor medida con las necesidades de las poblaciones y entornos locales en los destinos. De forma adicional, estos pueden responder y adaptarse a las demandas de un turismo de proximidad, basado en los mercados internos nacionales y regionales ávidos de descanso y experiencias liberadoras tras más de un año de cuarentenas y restricciones a la movilidad y el comercio.

Sin embargo, se observa otra tendencia más controversial. Durante la pandemia y su drástica reducción en el flujo de turistas varios destinos masivos conocieron una tranquilidad sin precedentes, que los ha hecho cuestionar sus prácticas anteriores. En lugares como Hawái, Barcelona y Venecia son cada vez más las voces que solicitan no regresar al modelo de turismo masivo y, por el contrario, explorar sistemas de cupos y restricciones para limitar la cantidad de turistas. En territorios como los Países Bajos e Islandia ya ha sido implementada esta lógica que favorece la “calidad” sobre la cantidad de los turistas. No obstante, el uso del concepto “calidad” puede ser muy debatible cuando en la práctica se traduce en una selección en función de la capacidad económica de los visitantes. Así las cosas, este rechazo al modelo de turismo masivo podría implicar un giro hacia su elitización, al enfocarse hacia los clientes más ricos y la exclusión de aquellos con menos recursos.

Así las cosas, podemos prever una tensión emergente para el caso colombiano: por una parte, entre una demanda creciente por opciones de turismo local, la cual puede generar una presión cada vez mayor a favor de la masificación o, al menos, de un gran aumento en la cantidad de visitantes en algunos destinos de turismo alternativo, de naturaleza o comunitario, lo cual generaría mayores riesgos para su sostenibilidad. Por otra parte, una respuesta posible ante este riesgo puede ser la elitización de la oferta turística apoyada en argumentos de conservación ambiental y respeto por las poblaciones locales, como se planteó anteriormente. Por este camino, surge una pregunta paradójica para Colombia: ¿Un país donde el turismo puede hacer un aporte significativo para mitigar la pobreza y apoyar el desarrollo de poblaciones y destinos en situaciones sociales, económicas o ambientales deterioradas podría, a su vez y al mismo tiempo, favorecer la segregación y la exclusión de sus turistas y visitantes nacionales de menor capacidad económica?

Empero, algunas iniciativas de turismo alternativo como Amazonía Emprende – Escuela Bosque han comenzado a actuar en consecuencia y a plantear posibilidades para seleccionar la “calidad” de los turistas con criterios más complejos que la simple capacidad de gasto. Por ejemplo, por medio del uso formularios o entrevistas que permitan evaluar los intereses, la sensibilidad y conciencia social y ambiental de los posibles turistas. Si bien, por lo pronto, es una práctica aislada, configura una opción interesante y un referente para la planificación y gestión turística en la búsqueda de una sostenibilidad turística no dependiente de su elitización.