Teoría de la Revolución Molecular Disipada: un pretexto para la represión

Una interpretación tergiversada de la Teoría de la Revolución Molecular, desarrollada por el filósofo francés, Félix Guattari, se utiliza para justificar la represión de la protesta que tiene lugar en el momento en el país.

Este, el punto de vista de varios profesores del Externado, participantes en el seminario virtual: “¿Cuál Revolución Molecular Disipada?”, organizado por el Departamento de Derecho Constitucional y moderado por la profesora Floralba Padrón.

¿Son vándalos todos los que protestan?

La discusión giró en torno a los planteamientos de Alexis López, un conferencista chileno invitado al país por sectores de las fuerzas militares (calificado como un ideólogo del neonazismo), en torno de un asunto que adquirió relevancia al ser puesto en la agenda por ciertas personalidades.

Tras explicar las ideas de Guattari, Andrés Macías, profesor del programa de Gobierno y Relaciones Internacionales analizó la manera poco rigurosa como esta teoría se utiliza. El pensador francés habló de movimientos sociales (que se identifican con moléculas) que desafían al poder movidos por los sentimientos y que, eventualmente, generan caos en la sociedad. Los ‘filósofos’ como Alexis López sostienen que dichos movimientos carecen de voluntad y de razón, que se manipulan fácilmente y que, sin discriminación, deben ser objeto de intervención militar, en la medida en que se identifican con la izquierda extrema y la guerrilla, sin detenerse a observar, por ejemplo, que ese no es el caso colombiano.

Agregó Macías que es este un enfoque simplista, que maneja una lógica maniquea que asimila a todos los que protestan con vándalos que deben ser eliminados.

El profesor Ramiro Bejarano reiteró que esta interpretación se hace sin rigor científico y agregó: “es la filosofía ultraderechista que propone la idea perversa de que los que no están conmigo son mis enemigos”. Destacó que el actual movimiento que se lleva a cabo en Colombia ha tenido manifestaciones en 600 municipios del país, y que difícilmente se podrá identificar a la totalidad de sus participantes con vándalos. En referencia al Valle del Cauca, Bejarano sostuvo que allí, como en el resto del país, “no se puede seguir favoreciendo a los poderosos”, y llamó la atención sobre la estigmatización que en ese departamento se ha hecho de voces valientes y

respetables que han insistido en la necesidad de transformación de la sociedad, como la de monseñor Darío Monsalve.

El lenguaje, esa arma poderosa

Esta lógica de dividir al país y al mundo en blanco y negro o en buenos y malos, se ve reforzada por el lenguaje que se utiliza, por ejemplo, respecto del actual movimiento, señaló la directora del Centro de Investigaciones en Política Criminal, Marcela Gutiérrez Quevedo en su conferencia “De las narrativas punitivas hacia las narrativas restaurativas”.

El conflicto actual se refleja con palabras como “terroristas” y “vándalos”, términos que separan, y con monólogos que estigmatizan a los que se consideran extraños. De esta manera el lenguaje puede generar violencia, al polarizar y satanizar la calle. La investigadora Gutiérrez invitó a pasar de un lenguaje simple a uno complejo que represente las miles de facetas de la situación. “Hay que construir una narrativa restaurativa que permita construir la esperanza… Debemos trabajar en una gobernanza de los conflictos que facilite escuchar con empatía”.

Hacia un retroceso de las garantías

También participó en el evento la docente Angélica María Pardo, del Centro de Investigación en Política Criminal, quien socializó su investigación (publicada en la Colección TIC del Externado) sobre la predicción del comportamiento criminal a partir del análisis del big data y cómo esta aplicación representa un retroceso en materia de garantías penales, pues nos llevaría de vuelta al ya superado peligrosismo penal.

La exposición contuvo un análisis de lo que significa big data; ejemplos comparados de Estados Unidos, China y Colombia que ilustran cómo se utiliza esta tecnología para etiquetar, estigmatizar e incluso aprehender a quienes de consideran como «sujetos peligrosos» y, por último, mencionó las implicaciones que dicha aplicación tiene en materia de garantías penales. Para la investigadora, este tipo de tecnologías sitúan al ciudadano como una «amenaza que debe ser neutralizada», lo criminaliza con base a correlaciones injustas e ignora que el comportamiento humano no puede predecirse pues existe el libre albedrío.

Para terminar, la conferencista expuso que, en relación con la actual situación de inestabilidad social, la aplicación de este tipo de tecnologías puede representar un riesgo para los manifestantes, pues la información que quede registrada en los cámaras, sensores y dispositivos electrónicos, podría tener relevancia futura con fines de represión.