“Una bohemia restringida y pobretona”

“Nuestras familias solo alcanzaban a enviarnos muy apretadas mensualidades, que únicamente nos bastaban para cubrir el pago de las modestas ‘pensiones’ en que dormíamos y comíamos… Todos éramos así, un poco bohemios si acaso, mas de una bohemia restringida y pobretona. Un par de «sifones» quizás, en el «Café Riviere», de la calle catorce, o en el Windsor de la trece, «centro de la intelectualidad»… Todo lo demás eran penuria y ‘afugias’ económicas, sobre todo cuando los meses iban adelgazando sus horas finales…

Y así discurría la vida entre lecciones mal estudiadas de Civil o Penal, y los apuros financieros. Cuando llegaban al Colón o al Municipal excelentes compañías españolas de teatro -inolvidables María Guerrero López o Ricardo Calvo – o las de la Opera que traía el italiano Bracale, o las de zarzuela de Fustino García, compañías que nunca volvieron, era de vernos buscar ansiosamente la manera de reunir cincuenta centavos para trepar al «gallinero» y poder gozar de adorables espectáculos. Con tales actores, especialmente don Ricardo Calvo, aprendimos el arte de decir versos –porque todos amábamos la poesía–…”.

Testimonio del antiguo alumno y periodista Roberto García – Peña, acerca de los tiempos en que el Externado funcionó en San Victorino y en la calle 18 con carrera 5 de Bogotá.

Memorias en clave de vallenato.


Ricardo Mejía, 1920
Fotografía Rodríguez, 1889-1995
Biblioteca Pública Piloto / Archivo Fotográfico

El joven vallenato José María Pacheco Céspedes, por su parte, recibía 40 pesos mensuales de su familia y contaba: “teníamos vestidos de uso común con los compañeros de la pensión”.

El mismo muchacho se quejaba de los rigores de la sociedad bogotana para con los estudiantes costeños, a quienes los futuros ‘suegros’, veían como el diablo: para ser aceptado en casa de su novia, una “niña bien”, que había conocido en unas “empanadas bailables”, tuvo que pedir recomendación de la Universidad, de los propietarios de la pensión donde vivía y al Obispo de Santa Marta.

Se retrata así un entorno social y político pacato y provinciano, como lo refiere el investigador Mauricio Archila: “El sólo pedir que al lado de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús -costumbre que se impuso en el país a comienzos del siglo XX- se pusiera en el paraninfo de la Universidad de Antioquia la del patricio liberal Fidel Cano, como ocurrió en 1921, o que no se obligara a los estudiantes a ir a misa diaria, como sucedió en la Universidad del Cauca en 1926, era considerado por las autoridades como un acto de desafío al orden vigente”.

Las “diversiones” en la capital.


Ercilia Restrepo, 1925
Fotografía Rodríguez, 1889-1995
Biblioteca Pública Piloto / Archivo Fotográfico

“En las pensiones bogotanas se servía desayuno compuesto por dos huevos con changua y mogolla… En la capital había ‘boites’, salones de baile con gramófono de manivela, y corneta. Las muchachas, muy acicaladas, se sentaban en torno a la pista de baile: fox trot, polka, tango, cuplés, pasillos y bambucos… A dos centavos cada danzada”.

Luis Ángel Tofiño, alumno de esa generación, quien sobrevivió muchos años a sus épocas de estudiante. Incluso, pudo asistir a las celebraciones del centenario del Externado, como único representante de su generación.

Estación Central de Ferrocarriles Nacionales
Anónimo
Biblioteca Pública Piloto / Archivo Fotográfico


Imágenes en contexto

Video El trágico final de Gardel, 1935.  Archivo de Bogotá. Colección Privada Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano. Sección Archivo histórico de los Acevedo.


Foto portada Café Windsor. Titulo: La Carrera Séptima y el Café Windsor. Colección: Carlos Martínez. Archivo de Bogotá