24-26 Marzo 2021

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La razón inmunitaria.  El derecho de las democracias a soberanía viral

Los acontecimientos que nos han abrumado desde el principio de este año se han desatado con una violencia incontrolable en nuestro presente. Su impacto ha sido particularmente destructivo para nuestras percepciones de la normalidad y los conceptos con los que estábamos acostumbrados a representar esa normalidad. Apenas habían pasado treinta años desde que tuvimos la impresión de que habíamos entrado en la complejidad de la sociedad moderna que creíamos poder controlar con tecnologías tranquilizadoras: a través de las democracias del mercado global, a través de la localización china del trabajo esclavo, a través del desplazamiento de los conflictos dentro de ciertas áreas geográficas, a través de un orden del mundo que se representaba como un orden estable del imperio, pero que más tarde resultaría ser un orden más inestable de más imperios.

Los conceptos a través de los cuales representamos el nuevo orden de complejidad pretendían ocupar el espacio semántico dejado vacío por las grandes narrativas conflictivas de la sociedad moderna: socialismo, capitalismo, Occidente, progreso, clase obrera, hegemonía, parecían ser herramientas de museo. Las teorías de la sociedad, la política, el derecho y la economía se esforzaban por demostrar que el futuro ya había comenzado, que los derechos estaban ahora en su cuarta o quinta generación, que era necesario contener las amenazas de la globalización, que la diferencia entre la derecha y la izquierda ya no tenía sentido, así como la diferencia entre el sur y el norte, y que la política mundial se había trasladado al Pacífico, dejando el Atlántico a los recuerdos del pasado.

Y así, por fin, la preeminencia de la economía se fortaleció porque la fuerza de trabajo ya no era fuerte y por lo tanto ya no era una amenaza, la idea de la precariedad con la que los individuos pagaban por el continuo restablecimiento del mercado comenzó su carrera, la vieja retórica del bienestar dio paso a la más apropiada y selectiva retórica de la asistencia. Al mismo tiempo, se fortaleció la preeminencia de la política porque la amenaza venía de fuera, la globalización la trajo, el terrorismo era una manifestación de la misma, el pueblo siempre mantuvo su soberanía, la cual debía ser fortalecida para poder cerrar las fronteras de los estados a la penetración de un mundo terriblemente amenazador. Y la preeminencia del derecho también se fortaleció porque las condiciones excepcionales en las que se ejercía y protegía la soberanía reactivaron el poder de tratamiento jurídico de los enemigos de la economía, de los enemigos de la política, de los enemigos de la solidaridad social como se decía a principios del siglo XIX.

Desde el punto de vista de la semántica, esta miseria conceptual ha ofrecido material de significado al populismo, al soberanismo, a las guerras étnicas, al racismo, a la re-politización del enemigo, al tratamiento penal de todas las alteridades.

Sobre el plano de la estructura social se han estabilizado operaciones de contención de la complejidad, de resistencia, de bloqueo de la complejidad. Las consecuencias son múltiples: los singulares sistemas sociales, a través de su funcionamiento normal, han producido excedentes de exclusión. La normalidad es el excedente.  Que tiene diferentes nombres: violencia, intolerancia, pobreza, analfabetismo, precariedad, pero también riqueza, disponibilidad de acceso, conocimiento, sentido, información, cuidado, seguridad y estabilidad.

¿Y el Iluminismo? La resistencia a la complejidad se manifiesta como iluminación-oscura, como un oscurecimiento del Iluminismo. A la sombra de esta estrategia de oscurecimiento se amplía la realidad universal de la falsificación, que crea los contenidos de sentido sobre los cuales se difunde el lenguaje del odio.

La política dispone así finalmente de las herramientas conceptuales filosóficas, morales y económicas que le permiten realizar sus decisiones de othering, de exclusión, de criminalización, aislamiento, asesinato, del otro.

Con estas herramientas hemos abordado el presente. O más bien: estas herramientas son el presente. Ellas ofrecen el contenido de sentido a través del cual observamos el presente. Pero nuestra observación llega en retraso respecto al presente que observa. En la paradoja constitutiva de este presente se ha producido una transformación evolutiva que escapa a la observación, porque la evolución es el resultado de un proceso y es un proceso en sí mismo, mientras que la observación está vinculada a los eventos, a los eventos singulares. La evolución de la cual estamos hablando ha llevado a la afirmación de una nueva soberanía, de una soberanía viral, que se ejerce a través de todos los sistemas sociales y que controla la producción de sus excedentes. La soberanía del virus, el poder soberano que opera en las democracias de este miserable presente.

A la vieja razón del Iluminismo, a aquella razón que, aquellos que querían resistir la complejidad, habían querido oscurecer, ahora la sustituye la razón inmune que da sentido a las democracias virales, a las democracias del virus, que adapta sus diferencias a las pretensiones del presente y las reúne bajo su unidad.

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