Remedio peor que la enfermedad

Lo que para muchos fue inicialmente la posibilidad de detener el desangre generado por la VIOLENCIA se convirtió pronto en una nueva pesadilla: el ascenso al poder del general Gustavo Rojas Pinilla (13 de junio de 1953) fue un ‘remedio’ peor que la enfermedad, con censura de prensa, restricción de libertades, populismo, corrupción y violencia contra los estudiantes.

El primero en caer fue el tristemente célebre Uriel Gutiérrez de la Universidad Nacional, durante las manifestaciones del 8 de junio. Al otro día, durante el entierro, más jóvenes fueron víctimas de las fuerzas del orden y así sucesivamente hasta el mes de mayo de 1957, cuando fueron abatidos dos estudiantes de colegio que se manifestaban contra el régimen.

 

 Profesores y estudiantes, unidos


Se materializa entonces una alianza entre estudiantes y profesores para enfrentar la dictadura. Un ilustre antiguo alumno del Externado, el ex presidente Alberto Lleras Camargo, lidera el movimiento cívico que inicia la huelga general el 2 de mayo de 1957, con participación de oligarcas y proletarios; clubes sociales y universidades; industrias, bancos y establecimientos de comercio; parroquias y centros culturales.

Las manifestaciones son reprimidas con proyectiles, gases y chorros de tinta roja para marcar a los participantes; más de 500 son detenidos. No obstante, en la madrugada del 10 de mayo, el movimiento cívico triunfa. El Intermedio (nombre que llevó el diario El Tiempo tras ser clausurado) del 17 de mayo, registra así la reanudación de clases en el Externado:

“Guardando un minuto de silencio en homenaje a los estudiantes muertos en las jornadas de mayo, el Externado de Derecho de Colombia reinició ayer sus clases luego de haberse dado a conocer un mensaje del profesorado a sus discípulos… El doctor Hinestrosa Daza visiblemente emocionado dirigió a sus discípulos algunas palabras para manifestar cómo se sentía de orgulloso de la digna actitud de los alumnos de Externado”.

Uno de los líderes de ese movimiento fue el alumno vallenato Crispín Villazón de Armas, expulsado de la Universidad Nacional, quien había encabezado el resurgimiento de la Federación de Estudiantes Colombianos, nacida en la década de 1920 y prácticamente desaparecida diez años después.

“Estuve once veces en la cárcel. Me guardaban en un cuartito en los patios del SIC (Servicio de Inteligencia de Colombia). Una vez me llevaron acusado de comunista: me habían encontrado un libro de Dostoievsky… Con mis compañeros expulsados de la Nacional fuimos al Externado. Cuando entré al salón como vocero del grupo, me habló el doctor Hinestrosa Daza:

‘Señor Villazón, ustedes han incumplido reglamentos universitarios. Eso de las revueltas y griterías, no construye, destruye; luego ustedes no están exentos de culpa. Pero, por otro lado, nosotros no estamos de acuerdo con lo que está sucediendo a nivel del gobierno de facto… Aquí están sus profesores, aquí están sus aulas, aquí está el Derecho de Colombia para que lo aprendan bien”.

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