Los estudiantes, a ‘paso de canguro’

No fue fácil ser estudiante en Colombia a partir de 1946. Porque la posibilidad de pensar y opinar libremente se fue diluyendo.

En el Externado, institución con mucha experiencia en la materia, se presintió lo que venía: una vez más amenazas de cierre por parte del gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez, por el hecho de representar la Universidad ideas diferentes de las del régimen. El rector les dice a sus alumnos que ante esa eventualidad se dictarán clases en el Parque Nacional.

Profesor Alfonso Soler Mantilla

En las ciudades, se detiene a los disidentes, se los interroga, se los tortura. En los campos, civiles armados arrasan con lo que huela a liberal y escriben una página de pesadilla en la historia del país. Es la VIOLENCIA con mayúsculas, que enfrenta a conservadores con liberales (organizados en guerrillas), con un saldo aterrador de muertos.

Alfonso Soler Mantilla, refiere:

“Recuerdo el 9 de abril (de 1948) saliendo de clase de Hacienda Pública… comenzó el rumor de que le habían pegado un tiro a Jorge Eliécer Gaitán (el caudillo liberal). Llegamos a la Droguería Granada donde estaba Juan Roa (el asesino) y la gente comenzaba a romper la puerta de malla; lo sacaron, y los ‘emboladores’ lo mataron a patadas… yo vi eso”.

Y otro joven estudiante de último año de Derecho en el Externado (quien a finales del siglo XX ocupara la rectoría del Externado como encargado), el constitucionalista Carlos Retrepo Piedrahita, fue uno de los líderes de la insurrección de la juventud liberal que se propuso (sin éxito) deponer al presidente Mariano Ospina Pérez acusado de estimular la violencia conservadora en las jornadas del 9 de abril.

El 9 de noviembre de 1949 Ospina cierra el Congreso con el argumento de que su actividad es incompatible con el control del orden público y promueve una Asamblea Nacional Constituyente, proyecto de corte fascista que se cristaliza en el gobierno de Laureano Gómez, elegido en 1950.

Los censores se instalan en los periódicos, mientras que jóvenes detectives se camuflan entre los estudiantes para luego informar al régimen sobre maestros y alumnos opuestos al gobierno.  Los estudiantes se preguntan por su futuro en un país que está eliminando el Derecho.

Hinestrosa Daza (padre) e Hinestrosa Forero (hijo)

Entre los muchachos hay uno que comienza a asistir a círculos de orientación comunista y a leer libros marxistas. Desea aproximarse a la experiencia de la Unión Soviética, al punto que alterna sus estudios de Derecho con los del idioma ruso. Trabaja como mensajero de un juzgado, y en sus ratos libres, con algunos compañeros distribuye invitaciones a la resistencia frente a un régimen que cada día se parece más a los fascismos europeos. Y sueña con viajar “al país de los soviets”. Ricardo Hinestrosa, el rector del Externado, disuade a su hijo, Fernando, que a su vez es su alumno: “Usted puede irse a Rusia, si le place, pero pierde el año por fallas”.

“El asedio del absolutismo y la persecución gubernamental nos radicalizó y llevó a la resistencia”, explicaba Hinestrosa – hijo más adelante, y agregaba, ya alérgico al dogma, que: “no hay nada que justifique sacrificar la libertad”.

Grado de abogado de Fernando Hinestrosa, con sus profesores

El mismo Fernando Hinestrosa dibujó aspectos de la vida estudiantil de entonces:

“en la mañana las clases, en la tarde el desempeño laboral, en la noche, el estudio en el café. El ruido, el frío y unos cuantos cafés expresos nos mantenían en vigilia hasta la media noche. Y este ritmo lo respetábamos incluso los domingos, con la sola variación del cine vespertino y la cena con una ‘spaghetatta’. En la calle 22 entre carreras 8ª y 9ª encontramos el lugar ideal, el café del amigo Shermann, adonde miembros de la colonia judía iban a jugar cartas a horas nocturnas. Cerrada la puerta, la temperatura, el silencio y la seguridad mejoraban. Cuánto leímos, estudiamos, conversamos juntos, en la fraternidad de contemporáneos idealistas y ansiosos de una formación intelectual sólida”.

Él fue testigo de las persecuciones a no pocos de sus compañeros detenidos, sometidos a la tortura del “paso del canguro”, consistente en andar en cuclillas por los patios de los temibles servicios de seguridad del Estado.

“Recuerdo los tanques estacionados en la puerta de la Universidad”, dice José Barrios Salcedo, otro alumno de aquellos tiempos.

¡Se llevaron a Anita!


Entre los estudiantes que sufrieron la persecución estaba una de las cuatro mujeres (en un curso de 70) a comienzos de 1950. Liberal quindiana, se llamaba Anacarsis Cardona, pero le decían Anita. Su amiga desde el día en que se encontraron en la primera banca del salón fue Haydée Argüelles:

Anacarsis Cardona, a la izquierda, con su compañera Aydée Argüelles

“En cuarto año, teníamos clase con el doctor Ricardo (Hinestrosa). Un día estábamos enfrente a la Universidad con Anita Cardona leyendo el código. Entonces llega un señor de civil…

– ¿Anacarsis Cardona? Acompáñeme.

– ¿Y por qué?

-Tengo orden de llevarla conmigo.

– ¿Cómo así y por qué?

Finalmente, se la llevaron a la fuerza… Yo me devolví corriendo a la puerta de la Universidad, donde se reunían todos los compañeros:

– ¡Se llevaron a Anita!

Luego se supo que un compañero la había denunciado por subversiva. Y a pesar de que el rector Hinestrosa Daza fue averiguar por ella, le hicieron indagatoria y pasó la noche en el DAS”.

Dice Soler Mantilla: “Jaime Correa, uno de mis compañeros era detective para poderse sostener en Bogotá; ese fue el que nos salvó muchas veces a Fernando Hinestrosa y a mí, porque nos contaba: ‘hoy va a venir la policía al Externado, guarden los libros comunistas’”.

“En medio de ese desolado panorama había tiempo para esa bohemia estudiantil que, a los compases de Los Panchos, de don Leo Marini, de Toña la negra, soñaba el amor. Era la época de la inconformidad, pero también de la aventura. Lo amargo del rostro de la patria, golpeado y lacerado, lo enjugábamos recitando los Poemas a Colombia de Carlos Castro Saavedra”. Omar Morales Benítez.

 

Imágenes en contexto


Imágenes de archivo de Procinal