La población mundial alcanza los 8 mil millones: ¿Qué implica este hito?

Es cierto, el mundo conmemora la cifra simbólica de llegar a ocho mil millones de habitantes: sin lugar a duda un hito en el comportamiento de la población de la humanidad, por lo que entraña un marco de necesidades, garantías y protección de los derechos de este número de habitantes.
Juan Andrés Castro[1] – Diva Marcela García[2]

A partir de las proyecciones de población, la División de Población de las Naciones Unidas establece el hito del nacimiento del habitante 8 mil millones en el planeta. Estos mismos datos proyectan que la humanidad seguirá sumando habitantes hasta llegar a un tope de más de diez mil millones en el presente siglo. El ritmo de crecimiento observado y previsto revela que desde el siglo pasado se ha venido ralentizando la dinámica de crecimiento poblacional mundial, presentando hoy el ritmo de crecimiento más lento desde 1950 (inferior al 1% anual, según Naciones Unidas). Lo anterior se debe a la generalizada -aunque diversa- reducción de la fecundidad y a la disminución de la mortalidad, en especial en edades tempranas y por enfermedades que hoy resultan prevenibles o tratables. Así, los datos permiten entender que el crecimiento de la población, como el de las demás dinámicas del desarrollo, no seguirá aumentando de manera ilimitada sino que encontrará un techo a partir del cual iniciará su descenso en volumen.

Este panorama nos hace pensar en el referente inmediato, en la dinámica de nuestro país. De acuerdo con los datos de proyecciones de población del Dane, Colombia habría alcanzado los 50 millones de habitantes en el 2020. Así como en el resto del mundo, el país ha disminuido su ritmo de crecimiento, que hoy es inferior al 1% anual. Según las proyecciones, el mundo encontrará su tope poblacional hacia la década de los ochenta del presente siglo, mientras que Colombia llegará a su máximo poblacional en el 2063 año en el que alcanzará la máxima cifra de 63.197.004 habitantes. A partir de este año iniciará una fase de descenso en el volumen de la población. Estas transformaciones mundiales y nacionales plantean un horizonte de desafíos sociales, económicos y ambientales.

A pesar de la desaceleración del crecimiento poblacional y de que se vislumbre en el mediano plazo la contracción del tamaño poblacional, en la actualidad se sigue registrando un crecimiento en el volumen de población, lo que implica desafíos para la gestión de los recursos. Ya desde la década de los ochenta del siglo pasado, importantes estudios, como el realizado por el Club de Roma, advertían la necesidad de equilibrar las relaciones entre la dinámica de las poblaciones y las formas de producción y consumo que ponen en riesgo la base ambiental. Hoy el llamado urgente de entidades como el grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) es a generar mecanismos de regulación de la producción y consumo de bienes que están causando cambios y disrupciones en los ecosistemas sin precedentes, impactando a otras especies terrestres, pero además “está afectando los servicios ecosistémicos conectados para la salud humana y los medios de subsistencia y bienestar” (IPCC, 2022, p. 47).

Un mundo cuya población sigue en aumento, pero con necesidades ilimitadas requiere repensar la idea de desarrollo. Aunque algunas cosas se han venido transformando, el paradigma de crecimiento y acumulación, tanto individual como colectivo, sigue vigente. Hoy tenemos evidencia a partir de los efectos sobre el clima, de que un crecimiento ilimitado, un crecimiento económico sostenido no es sustentable si no se regulan las prácticas de consumo.

De otra parte, el cambio en el patrón de crecimiento de la población ha conllevado a cambios en su estructura o composición por edad y sexo. Derivado de la baja en la tasa de fecundidad, la población ha ido envejeciendo progresivamente con profundas implicaciones sobre las dinámicas productivas y las formas de funcionamiento social. En Colombia cerca del 14% de la población se encuentra por encima de los sesenta años y para 2050 se prevé que esta cifra ascienda al 25%. Es decir que solo en 25 años casi se estará duplicando la población mayor, situación que impone grandes retos en materia de salud, cuidado, diseño urbano y sistema laboral y pensional, aspectos que interpelan directamente a los entes territoriales, el gobierno nacional y la sociedad civil en su conjunto.

Parte de la preparación para ese escenario venidero, de envejecimiento y contracción del tamaño poblacional, pasa por el aprovechamiento de los años que quedan de bono demográfico, entendido el momento en que, debido al cambio demográfico, se cuenta con mayor cantidad de población en edades laborales que la existente en edades dependientes como la infancia y la vejez. Contando con mayor población en edad productiva y menor cantidad de personas dependientes, se asume que pueden existir mayores oportunidades de crecimiento y desarrollo. De acuerdo con las estimaciones del Dane, Colombia se encuentra en la penúltima fase del bono demográfico y cerca al 2050 empezará una fase de impuesto demográfico, es decir, cuando la numerosa población que hoy está en edades laborales llegará a la vejez. Esto quiere decir que quedan tan solo 30 años de ahorro demográfico en los cuales deberíamos generar las inversiones públicas para garantizar que el acelerado envejecimiento se dé en condiciones dignas y no aumente la vulnerabilidad. En este sentido, la Organización Iberoamericana de Juventud (OIJ) ha venido advirtiendo de la necesidad de invertir en fortalecimiento de capacidades (formación), en generación de fuentes de empleo formal y en garantía de salud, de lo contrario lo que en un momento fuese un factor de holgura, comenzará de manera acelerada a cobrar factura. Serán cada vez más poblaciones envejecidas que requieran de mayor intervención estatal por sus condiciones de fragilidad que acumularon a lo largo de la vida.

En últimas, lo que se advierte es que la población, como un todo, ha cambiado y seguirá cambiando sus características. Esto tendrá repercusiones importantes para las cuales, entre otras, la academia debería prepararse. Formar científicos sociales, abogados, economistas, educadores, etc., que comprendan que la sociedad no es una masa amorfa, sino que cambia con el tiempo y de allí estrategias educativas, técnicas de intervención y necesidades diferentes es lo que requiere una educación acorde con los tiempos.


[1] Docente investigador. Director del Área de Demografía y Estudios de Población de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Externado de Colombia. Juan.castro@uexternado.edu.co

[2] Docente investigadora del Área de Demografía y Estudios de Población de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Externado de Colombia. Diva.garcia@uexternado.edu.co