Exposiciones que encuentran a víctimas y a victimarios

La Fundación Mil Colores para Mi Pueblo dirigió, entre el 15 de febrero y el 14 de marzo, la exposición “Mil colores para la reconciliación”, en la ciudad de Bogotá. En ella, se evidenció el arte como una forma de construcción de memoria y de encuentro. Una muestra que Edwin Rodríguez, director de la fundación, llamó como un trabajo desde-para y con la comunidad.

El trabajo que realizó la fundación consistió en un proyecto con víctimas y victimarios donde, si bien no hubo contacto directo, se le apostó a una interacción simbólica. De un lado, a partir de la construcción de casas por parte de excombatientes en zonas como Neiva, Tolima, Nariño y Caquetá y, de otro, a través de una actividad consistente en que algunas víctimas pinten y proyecten mediante las miniaturas los anhelos del hogar. Edwin resalta éste anhelo como la convergencia entre ambos sectores a la espera del retorno a casa.

Todo ello, junto a la intervención de la fundación en sectores donde se ha asentado la violencia. Fue así como, el proyecto contó con un apoyo para pintar las fachadas de las casas de las zonas escogidas, así como un proceso de re-significación en el que se utilizaron elementos que se asociaban al conflicto o que tenían un gran valor sentimental para los habitantes, para ser usados en la construcción de un jardín de uso colectivo mediante el proyecto de “Memorias a color: una puerta para mi nación”.

¿Por qué exponer la muestra en las ciudades? La iniciativa busca impactar en las ciudades resaltando la importancia del perdón, especialmente en zonas con baja vivencia del conflicto armado, con el fin de sensibilizar y dar un mensaje de reconciliación a la población en general, pero en especial a las zonas urbanas, apáticas y lejanas a estas realidades.

La iniciativa logró reunir las obras de diferentes artistas colombianos, que acudieron al llamado y demostraron, una vez más, la importancia que tiene el arte en la proyección de la realidad social. Se destaca, finalmente, que aunque la exposición no es el resultado de un encuentro directo entre víctimas y victimarios, el arte ha sido una forma de convergencia entre estos sectores y la sociedad en general para construir relaciones de perdón y reconciliación.