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Hellman Pardo, trabajador externadista, es el nuevo Premio Nacional de Libro de Poesía Ciudad de Bogotá

El equipo de Biblioteca del Externado se complace en compartir y celebrar el reconocimiento otorgado el pasado 28 de octubre a nuestro colega Hellman Pardo.

El Premio Nacional de Libro de Poesía Ciudad de Bogotá es uno de los más importantes del sector; este año contó con 385 participantes. Ramón Cote Baraibar, María Gómez Lara y Lauren Mendinueta, jurados designados por el Instituto Distrital de las Artes – Idartes, seleccionaron el libro “Física del estado sólido”, compuesto por 37 poemas, como obra ganadora por considerar que su autor, Hellman Pardo, “tiene una voz poética madura, dueña de amplios recursos estilísticos y formales. Sabe mostrar la belleza a través de imágenes sorprendentes […] logrando que una voz original y potente se exprese en este libro en poemas que no decaen en ningún momento”.

Hellman ha transitado por la literatura desde muy temprana edad y su trasegar profesional ha estado vinculado con la democratización de la cultura por medio de las bibliotecas. Desde agosto de 2018, es mediador de procesos de lectura autónoma y escritura creativa en la Biblioteca de nuestra Casa de Estudios, en la que actualmente coordina programas para niños, jóvenes y adultos.

Hoy aplaudimos la labor poética de Hellman y celebramos junto a él ese reconocimiento que se suma al Premio Nacional de Poesía Casa Silva 2011; el Premio Nacional de Poesía del Festival Internacional de Poesía de Medellín 2014 y el XIX Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, concedido en 2017.

A continuación, una triada de poemas que hacen parte de “Física del estado sólido”.

AGUJEROS NEGROS

Son las cuatro menos cuarto de una tarde muerta.
La familia de Stephen Hawking
                  ha entregado su aparato respiratorio
a la Clínica Pulmonar de Cosmología.

Colgaba del perchero,
entre estrellas de carbono y enanas rojas
que aún sueñan con el canto oscuro de la resurrección.

Quien lo use,
¿respirará su misma enfermedad de óxido, su miedo?
¿saldrán de su boca agujeros negros
que se tragarán los relojes de una profecía
                   a punto de cumplirse
o las barcazas que transportan
desde un confesionario menesteroso
a los cosmonautas, a los sindicalistas, a los prófugos?

Como un jardinero de hortensias que tala las estaciones del año,
irá con su cámara de asma a soplar la niebla de las lápidas.

INESTABLE

El astato es el elemento químico número ochentaicinco

                  en la tabla periódica de Mendeléiev.

¿A quién le interesa el astato, el osmio, el argón?

El osmio es el metal más pesado de los bosques marcianos

que duerme en la hamaca de una lágrima;

el argón es un gas inerte e incoloro

                 que suele encender los anuncios de las discotecas;

del astato hay menos por decir:

que nunca ha sido observado porque se pulveriza

tan pronto el ojo humano interviene en su cuerpo de acertijo;

que alrededor del mundo solo existe una onza

                 y bien estaría íntegro en una simple cuchara;

que una vigésima parte de su milímetro

bastaría para inmolar millones de urticarias, sarcomas, nódulos;

que perdura en un tubo agitador

                 menos de ocho segundos y luego se evapora;

que es radioactivo e incinerable;

que es el ornitorrinco de todos los elementos

porque posiblemente sea un metal, un gas, un líquido

                 y viva en el caparazón de una ostra.

¿A qué temperatura hierve el astato, el osmio, el argón?

¿Acaso importa a qué temperatura hierve el astato,

                el osmio, el argón?

Osmio = un metal de polvo

Argón = un gas sólido y luminoso

Astato = una aparición, un prefantasma

LA SOLEDAD DE LOS NÚMEROS PRIMOS

El destino de los números primos

es quedarse solos.

Paolo Giordano

Los números primos son aquellos moluscos

              que no se tocan nunca.

Van de un lado a otro con su triste caparazón

a pasar la noche en una cantina de mala muerte.

Allí beben toda la fiebre de los hombres.

Yo soy, por ejemplo,

el número primo que vive en parasitismo

              en la sangre de otro número primo,

algo así como el diecinuevemilquinientoscincuentaitres.

Ella es el amor.

Ella es el número tres.

Nos separan diecinuevemilquinientoscincuenta números.

A esa distancia numérica, indescifrable,

              le llaman soledad.