Miguel Hernández, “el poeta del pueblo para el pueblo”, presente en la Colección “Un libro por centavos”

La Tertulia virtual Externadista del pasado domingo 18 de octubre, rindió un homenaje al autor español, fallecido en 1942.

Durante más de 2 horas, José Luis Marín Aranda, poeta y antologista del poemario No. 168 de la Colección “Un libro por centavos”, “Hijo de la luz y de la sombra”, cautivó a los participantes que estuvieron presentes hasta el final de la Tertulia Externadista, deseosos de conocer más detalles de la vida y obra de Miguel Hernández, quien, según el mismo José Luis, “no está ubicado en el espacio que le hubiera correspondido”.

El encuentro terminó con esta canción de Joan Manuel Serrat, que recrea un poema del fallecido autor:

Para la libertad, sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos
Como un árbol carnal, generoso y cautivo,
Doy a los cirujanos.
Para la libertad siento más corazones
Que arenas en mi pecho: dan espumas
Mis venas,
Y entro en los hospitales, y entro en
Los algodones
Como en las azucenas.

Porque donde unas cuencas vacías
Amanezcan
Ella pondrá dos piedras de futura mirada
Y hará que nuevos brazos y nuevas
Piernas crezcan
En la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
Reliquias de mi cuerpo que pierdo en
Cada herida.
Porque soy como el árbol talado,
Que retoña
Y aún tengo la vida.

La vida y obra de Miguel Hernández

En el año 1942, luego de la muerte de Miguel Hernández, que ocurrió mientras estaba en la cárcel, hubo un gran silencio que se fue cancelando poco a poco. Hacia los años 50, revistas en su provincia de nacimiento, Orihuela, empezaron a darle luz e impulso a su obra y a su nombre. Estudiosos y críticos también hicieron posible que el autor no cayera en el olvido.

Existen varios mitos alrededor de Miguel Hernández; uno de ellos, y el que más llama la atención, es el relacionado a su vida como pastor de cabras: realmente lo fue, porque su padre lo era y en determinado momento le pidió colaboración en ese negocio familiar, al que accedió con responsabilidad.

Sin embargo, el perfil de poeta – pastor, analfabeto y sin cultura que se ha tejido en torno a él no es del todo cierto. Miguel Hernández tenía una indiscutible capacidad poética y su proceso de creación es muy elaborado, contrario a lo que muchos piensan.  Tenía un respeto profundo por la palabra y siempre sacaba lo mejor de sus composiciones. Durante su trayectoria, estudió en profundidad a los clásicos de quienes se dejó influenciar y empezó un proceso de depuración y de progreso para descubrir la voz propia en su poesía.

Miguel Hernández es conocido como ‘el poeta del pueblo para el pueblo’, gracias al gran compromiso que siempre tuvo con los más vulnerables y desfavorecidos. Durante la Guerra civil española luchó del lado de los republicanos, lo que repercutió luego en su encarcelamiento en la frontera con Portugal. Murió en la cárcel, a sus 31 años, de tuberculosis.

ELEGÍA

(En Orihuela, su pueblo y el mío,

se me ha muerto como del rayo

Ramón Sijé, con quien tanto quería).

Yo quiero ser llorando el hortelano

de la tierra que ocupas y estercolas,

compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas

y órganos mi dolor sin instrumento,

a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.

Tanto dolor se agrupa en mi costado,

que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,

un hachazo invisible y homicida,

un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,

lloro mi desventura y sus conjuntos

y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,

y sin calor de nadie y sin consuelo

voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada,

temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,

no perdono a la vida desatenta,

no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta

de piedras, rayos y hachas estridentes

sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,

quiero apartar la tierra parte a parte

a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte

y besarte la noble calavera

y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:

por los altos andamios de las flores

pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.

Volverás al arrullo de las rejas

de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,

y tu sangre se irán a cada lado

disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,

llama a un campo de almendras espumosas

mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata te requiero,

que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero.

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