Javier Uribe, 24 años formando a los(as) guardianes del patrimonio cultural

Dos docentes reunidos alrededor de un tintico no parece ser una escena particularmente excepcional. De hecho, tomar tinto ha sido por muchos años un hábito bien incorporado entre nosotros los profesores, por su capacidad de procurarnos lugares de encuentro entre las pausas de nuestras actividades académicas para la reflexión en torno a la educación y, muy a menudo, también sobre la vida misma. Algo diferente, sin embargo, es cuando el motivo que convoca es un tintico con un colega como Javier Uribe; se percibe una experiencia distinta.

Por: Carlos Serrano 

Invité a Javier Uribe a encontrarnos un mediodía en la sede de Egipto para tomarnos un café y conversar. Lo encontré entre microscopios, estereoscopios, reactivos, instrumentos, con los que intentaba estimar la resistencia de unos pigmentos azulosos extraídos cuidadosamente de pinturas de la época colonial; se veía fascinado, absorto, curioso y en su cara, una sonrisa leve, dejaba ver su satisfacción.  

Químico de profesión de la Universidad Nacional de Colombia y especialista en Análisis de Materiales en Obras de Arte del Institut Royal du Patrimoine Artistique de Bruselas; Javier se ha desempeñado como profesor de la Universidad Externado desde 1998, siendo el docente con más trayectoria dentro de la Facultad de Estudios del Patrimonio Cultural, antes llamada Facultad de Restauración de Bienes Muebles desde 1994 y hasta el 2004. Sus 24 años de experiencia docente en el Externado le han permitido ser testigo y actor de la evolución de una Facultad que ha crecido de su mano. Así pues, él, más que ningún otro profesor de Patrimonio, ha acumulado decenas de memorias y anécdotas, a la vez que ha visto pasar a varios decanos, profesores y estudiantes que recuerda muy bien. Las innumerables historias que me comparte con generosidad necesitan más de un tintico que acompañe nuestra conversación, tan llena de su buen sentido del humor, de su prodigiosa memoria y de esa sabiduría que sólo se puede alcanzar con el pasar de los años.  

Sobre su transición entre ser el químico encargado de hacer análisis para el antiguo Centro de Restauración a ser profesor de la Facultad, nos cuenta: “Fue difícil porque yo no era profesor hasta que comencé acá, no es lo mismo darle clases a una persona que va a estudiar química, a quien va a estudiar arqueología, conservación, arte. Así que entendí que tenía que dar mis clases desde otro punto de vista. Yo no sabía nada de arte, por ejemplo, pero sobre la marcha comencé a aprender de mis alumnos y de otros colegas sobre historia, arte, arqueología. Esto me permitió conectar los dos temas de manera significativa para lograr transmitir y enseñar mi conocimiento”. 

Entre nuestras reflexiones hablamos sobre lo importante de enseñar desde la pasión y el amor como herramientas indispensables para motivar e interesar a los estudiantes en los temas que tratamos en clase. Es claro que esa ha sido la bandera que ha caracterizado la forma de enseñar de Javier y que se expresa en el afecto y reconocimiento que recibe constantemente por parte de sus estudiantes.  

Guitarrista aficionado de música latinoamericana y viajero del mundo encantado con sitios arqueológicos y museos del arte, él es la representación viva del espíritu que encarna la Facultad de Estudios del Patrimonio Cultural: el punto de convergencia entre las ciencias puras, las ciencias sociales y las artes para la comprensión integral del patrimonio cultural. 

“Es importante tener en cuenta el material de los bienes culturales, no solamente la parte artística, histórica; saber qué material se está estudiando para saber cómo tratarlo. A partir de ese conocimiento los arqueólogos y conservadores pueden hacer un plan de trabajo y tomar las decisiones adecuadas. Los materiales tienen su historia y, a partir de ella, un historiador, un crítico de arte, un arqueólogo puede determinar una época, un estilo, un artista, una técnica”, afirma el profesor sobre el legado que quiere dejar a las generaciones de futuros estudiosos del Patrimonio Cultural.  

Nos despedimos y él vuelve apurado al mismo laboratorio donde ha pasado días y meses enteros haciendo lo que más le gusta: experimentar. En ese, su lugar favorito, cientos de estudiantes (me atrevo a decir que la mayoría de los conservadores y arqueólogos de nuestro país) han tenido la oportunidad de recibir su conocimiento para entender cómo la química aporta información esencial acerca de los materiales en obras de arte y piezas arqueológicas: su composición, sus transformaciones, sus interacciones y los caminos más adecuados para su conservación.  

Hoy, en el día de su homenaje, y en nombre de tantos estudiantes, colegas, administrativos que hemos tenido la fortuna de conocerlo y aprender de él, expresamos nuestro más sincero agradecimiento a una vida dedicada a la formación de colombianos apasionados por el patrimonio cultural colombiano.